Pero lo cierto es que existen muchas razones por las que deberíamos reducir o incluso eliminar las carnes rojas de nuestra dieta. Uno, está el argumento medioambiental. La producción de carne y lácteos causa el 14,5 por ciento de las emisiones de efecto invernadero de nuestro planeta. Segundo, está el argumento del costo. La “carneflación” es real. Probablemente ya haya experimentado una conmoción en el mercado, pero se prevé que los precios mayoristas de la carne de res aumentarán entre un 4 y un 7 por ciento en 2022.
Sin embargo, quizás la razón más importante para reducir el consumo de carne roja sea nuestra salud. Las personas que comen carne roja tienen un mayor riesgo de muerte por enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares o diabetes. Pero reducir el consumo de carne roja tiene un efecto protector contra las enfermedades cardíacas.
Si bien renunciar a la carne roja puede convertirse en uno de sus objetivos en el futuro, ¿qué tal empezar con pequeños pasos? Hay algunos enfoques que puede adoptar:
- Limita tus comidas con carnes rojas a dos o tres veces por semana.
- Cambie a cortes magros y porciones pequeñas.
- Revise cómo aborda la inclusión de carne en sus comidas. En lugar de centrar la cena en un plato de costillas de res asadas o un bistec, use la carne como saborizante en otros platos que sean más vegetales.
Estarás ayudando a tu salud, a tu presupuesto y al planeta.
Aquí hay algunas formas de reinventar platos que se centran en ingredientes distintos de la carne roja:
- Reducir la cantidad de carne requerida en una receta. Las sopas, guisos, ensaladas, salteados y guisos son bastante flexibles. Utilice la mitad de la cantidad recomendada y equilibre el resto con tofu, carnes de origen vegetal, frijoles, cereales integrales o verduras más abundantes.
- Sustituya la carne roja por pavo o pollo. ¿Te encanta el pastel de carne o el chile? Use pavo o pollo molido magro y agregue champiñones picados para aumentar esa textura carnosa. Agregue trozos de ave picados a guisos o sopas que requieran carne roja.
- Come frijoles, especialmente los que se cultivan en tu región. Están llenos de proteínas, por supuesto, pero también añaden el peso que nos gusta al chile o a los guisos. Y muchos son deliciosos cocinados como plato principal con verduras, desde calabaza de invierno hasta hinojo o tomates.
- Consuma cereales ricos en proteínas como quinua, teff, arroz salvaje y trigo sarraceno. Pueden ser la base de un bol de cereales al que puedes agregar sobras, mariscos o verduras asadas junto con una deliciosa salsa.
- Dale una oportunidad al tofu. Su sabor neutro lo convierte en un excelente compañero de ingredientes más sabrosos, picantes o aromáticos. El tofu viene en varios grados de firmeza, desde ser tan suave que puede reemplazar los lácteos en mousse o pudín hasta ser más firme y estar listo para asar o asar y bañar en una salsa de tomate espesa. Agregue trozos pequeños a sopas o guisos.
- Pruebe las “carnes” de origen vegetal, como el seitán, como plato principal o ingrediente en un salteado, un tazón de cereales o un guiso.
- Agrega los champiñones. Las rodajas gruesas de hongos shitake tienen una excelente sensación carnosa en la boca y un sabor umami. Son perfectos para salteados, sopas, tazones y guisos. Y todos hemos oído hablar de las hamburguesas de champiñones portobello a la parrilla.
- Inspírate. Elija libros de cocina que reorienten las recetas hacia platos vegetarianos o sin carne.